Historia y encanto de los pueblos costeros de Irlanda

Tanto Dublín como Belfast y Cork abren al viajero que llega a Irlanda una infinidad de caminos que conducen a pueblecitos abiertos al mar indispensables en cualquier álbum fotográfico de viajes. Coquetas arquitecturas, atractivas panorámicas marítimas, interesantes comercios locales, sorprendentes tradiciones y emocionantes historias son los principales souvenirs que los visitantes más curiosos de la Isla Esmeralda se llevarán consigo.

Westport. Reinas piratas, música tradicional, paseos fluviales en zonas frondosas y la gentil elegancia del siglo XVIII hacen de esta localidad uno de los pueblos más interesantes de la Ruta Costera del Atlántico. Se trata de un sitio en el que siempre existen cosas por hacer, desde montar en bici en la Great Western Greenway para ir a la isla de Achill, hasta escalar la montaña Croagh Patrick o visitar las islas que salpican la bahía de Clew. Tras estas actividades, la acogedora Westport ofrece sus pubs característicos, extraordinarios restaurantes y magníficos alojamientos. Para aquellos que busquen bellas calles bordeadas de árboles, el suave gorgoteo de un arroyo cercano o coloridas casas llenas de simpáticos lugareños, la conocida como ‘La Venecia del Oeste’ es el destino ideal.

Kinsale. A 30 km hacia el sur desde Cork, los viajeros encontrarán este alegre pueblo donde el color es el causante de su encanto. Esta localidad, que se alza como uno de los lugares más instagrameables de la isla, destaca por su casco histórico repleto de casas de vivos colores, así como por el Castillo de Desmond, que hoy acoge el Museo Internacional del Vino. Tres puertos deportivos, un club náutico, diversos centros de actividades al aire libre y un sinfín de propuestas para los amantes del arte, la artesanía y la historia completan la lista de motivos que hacen de Kinsale un ‘must’ de Irlanda.

Cobh. Ubicado en el condado de Cork, este bello pueblo tampoco renuncia al color. Una hilera de casas que recuerdan al arco iris brilla a lo largo del paseo marítimo, una señal para todo el que llegue de que este es un lugar alegre. Levantada sobre una pequeña colina, los picos y puntas de la catedral gótica de Cobh montan guardia sobre el pueblo. Su puerto fue la última escala del RMS Titanic y de otros cientos de transatlánticos y los llamados barcos de la hambruna en su viaje hacia América. Su agenda de eventos a lo largo del año es inagotable, como su Festival de Blues y su Festival Internacional de Pesca, que tienen lugar en septiembre.

Dalkey. Este pueblo costero cercano a Dublín es hoy en día el hogar de multitud de famosos: Bono y The Edge, Neil Jordan y Enya. Los árboles y colinas de los alrededores ofrecen intimidad, hermosas vistas y la sensación de estar lejos de todo. Pequeño y coqueto, es otra puerta al estilo de vida relajado y su encanto reside en gran parte en la herencia medieval que se comprueba en sus retorcidas calles. Los visitantes pueden animarse a coger un barco hasta la isla de Dalkey que, si bien hoy se encuentra deshabitada, antaño fue una cárcel vikinga de esclavos, así como recorrer el mercado de los sábados en el Tramyard de Castle Street o acercarse hasta el Castillo de Dalkey, un centro del patrimonio irlandés que incluye una vieja iglesia y un antiguo cementerio, un tour histórico y una galería de escritores.

Dun Laoghaire. Sin salir del condado de Dublín encontramos esta localidad tan elegante y perfecta para navegar. En Irlanda es bien conocido un suceso que marcó su historia: una noche de noviembre de 1807 dos barcos lucharon durante más de doce horas contra una terrible tormenta que terminó por estrellarlos contra las rocas, dejando 400 vidas en el mar. La tragedia llevó a la construcción de un puerto con enormes espigones. Desde entonces han sido refugio de navegantes, así como un hermoso lugar para pasear y contemplar la belleza de la bahía de Dublín. Merece la pena perderse por las preciosas y empinadas calles de adoquines de Dun Laoghaire, disfrutar de su mercado dominical, relajarse en el People’s Park o dejarse llevar por su Ruta de Bares y Restaurantes.

Cushendun. En Irlanda del Norte, la Ruta Costera de la Calzada presenta este inconfundible pueblo, declarado Patrimonio Histórico-Artístico, que fue diseñado y construido por Ronald John McNeil en memoria de su mujer Maud. Compuesto por una hilera de casas de campo únicas y exquisitas, blanqueadas, Cushendun es un paraíso costero digno de postal repleto de carácter y folclore. Sus calles acogen uno de los pubs más pequeños de Irlanda, Mary McBride’s, que cuenta con más de 50 variedades de whiskey irlandés y que es todo un símbolo para los lugareños. No se puede pasar por alto la visita a sus cercanas cuevas, que han servido de localización para el rodaje de Juego de Tronos.

Portrush. La Ruta Costera de la Calzada también acoge esta localidad que pasó de ser un pequeño pueblo de pescadores a convertirse en un destino vacacional de referencia para los habitantes de Irlanda del Norte. Playas con bandera azul, un puerto construido en 1827 que bien merece un paseo para dejarse caer por sus locales de hostelería, un centro comercial de 120 años (llamado ‘The White House’), el exclusivo club de golf Royal Portrush (donde tendrá lugar el Abierto Británico de Golf —The Open Championship— el campeonato más antiguo del mundo) y multitud de alternativas de ocio nocturno son algunos de los atractivos que convierten a este pueblo en un destino destacado de la Isla Esmeralda.